sábado, 17 de enero de 2009

La dicha son ... los sicuris

Mary Louise Stone (*)

Estoy loca por los sicuris. Cuando el sol besa la cruz adornada con rosas y yace arriba de la muchedumbre y el susurro de zampoñas llega a mis oídos, sé que hice bien en venir a Huancané, al norte del Lago Titikaka.

El acontecimiento cultural más grande en Huancané es la Festividad de la Santísima Cruz el 3 de Mayo. La Cruz del Sur está alta gobernando desde el cielo los actos de los mortales. Es la guía física y espiritual del hemisferio sur.

La cruz cristiana, reliquia de Carabuco, lugar sagrado al norte del Lago, fue descubierta de manera mágica y con rituales andinos, enterrada en tierra huancaneña. Ella, luego de resurgir de su entierro terrestre, se duplicó por ciudad y campo. La cruz andina ubicada en los picos de los cerros llamados apus, que son los espíritus guardianes, es para esta ocasión decorada con frutos de cosecha, en plena acción de gracias a la Pachamama.

Sólo músicos sicuris acompañan a la cruz y la festejan. El sicuri es la expresión indígena del espíritu de la música. De 30 a 40 músicos por conjunto crean un fluir continuo de armonía que se siente cerca, como el respiro de los ángeles en el rostro de los mortales que la oyen.

Las zampoñas se confeccionan con exacta precisión y su material es un bambú de selva alta que cuando cae en los pulmones de indígenas cetrinos se construye una orquesta celestial. Los andinos dividen la escala entre dos instrumentos, compartiendo melodías y entretejen armonías; siempre conscientes del fluir complementado por músicas de sonidos profundo que en los oídos producen emociones con fuerzas espirituales más fuertes que nosotros.

Las calles de Huancané son iguales a las de cualquier pueblo andino, aunque la ciudad se ubica entre cerros masivos protectores, adornados con forraje verde que salta adusto y sereno entre piedra roja y vibrante. De improviso la brisa de la pradera lleva el susurro de las zampoñas.

Subiendo la avenida bajo el sol brillante, un alto arco de flores se acerca. Gladiolos adornan y decoran una cruz vestida con terciopelo morado, bordado con estrellas doradas, cubierto con pétalos multicolores, flotando sobre los hombros de viriles huancaneños. La solemnidad de la ocasión por cierto que la ponen los sicuris quienes lentamente y con bastante dignidad suben a la plaza y luego ingresan a la iglesia.

Más allá veo otra y otra. Diecisiete cruces pasan. Cada una acompañada por sicus a todo volumen. Estoy completamente encantada

En el interior de la iglesia construida de piedra, las cruces forman línea, absorbiendo bendiciones a los pies de la Virgen, ofreciendo su presencia luminosa a los peregrinos. Las cruces, después de reposar todo el año en casa de los vecinos, atendiendo sus súplicas y deseos, llegan cada 3 de Mayo a la casa de Dios para renovarse.

Su renovación en el mundo andino se hace visitando la noche anterior a los apus. Durante largas horas la gente sube a la cumbre de los cerros cargando cruces pesadas; las fogatas iluminan el camino, el incienso eleva los rezos y las ofrendas de coca y vino alimentan al espíritu. Los sicuris hacen más liviano el peso. En los Andes, el segundo macizo más alto de la Tierra, se invocan los rayos estelares de los apus para complementar la energía del templo citadino y llevar bendiciones celestiales a los habitantes durante todo el año.

Mientras las cruces descansan, visito varios alferados, responsables de celebrar la fiesta de las cruces y alistarlas para el año nuevo. Los sicuris los festejan mientras los vecinos bailan intensamente. Un alferado me ofrece un trago; cuando no acepto se molesta. No quiero participar del arma utilizada por el viejo mundo que ha causado la caída de tantos pueblos originarios: el alcohol.

Después, la fiesta se traslada a la plaza mayor donde cada conjunto de sicuris ofrece su propia música y baile, tropezando sus melodías unas a otras. La atracción ahora son los castillos de fuegos artificiales. Los sicuris se callan mientras las estrellitas giran y cohetes se lanzan al cielo, explotando en una caída de colores. En la cima, ruedas de fuego giran, tirando centellas mientras los sicuris estallan saludando a los cielos.

La gente empieza a bailar sin cesar; las polleras giran en suave ritmo. Ingreso al círculo de Q'hantati Ururi de Conima, quienes desde hace largo tiempo atrás están revalorando a los sicuris del Lago Titikaka. La armonía se hace más dulce bailando bajo la luna llena saliendo del pico de la Santísima Cruz.

El día central de la festividad, los sicuris nos despiertan. Todos se juntan en el patio de la iglesia para acompañar su cruz al hogar del nuevo alferado.

Ningún grupo de sicuris llegará silente. Todos ejecutan su música a todo volumen y a pulmón lleno. Los rayos matinales brillan sobre plumas rojas y blancas de los sicuris mayores. Largas faldas blancas y ponchos rojos se completan con sombreros de antenas rojas.

Cuando cada cruz sale del arco del corazón del templo, los sicus orgullosos la saludan. Entonces tocan su melodía principal mientras los cohetes lo saludan, acompañando después a su cruz por toda la ciudad. Es la celebración de la resurrección de Cristo al estilo del Lago Titikaka.

Estando en Puno, escucho sicuris otra vez; corro a la calle y descubro un funeral: manos amigas llevando un cuerpo a su descanso final, mientras los sicuris invocan a los ángeles para llevar el alma al más allá de este mortal mundo.

Cuando yo me muera, quisiera que me celebren con la armonía de los sicuris.

(*) Publicado en el boletín “¡Fuerza Sikuri!” de Sikuris 27 de Junio Nueva Era. La autora es oriunda del pueblo de Taos, Nuevo Méjico, Estados Unidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario